30 mayo 2023

Lirenis

 Cuando Ermas izó sus párpados, no vio nada. El canto de los pájaros sobre su cara le hizo imaginar lo peor: los pájaros habían comido sus ojos. Ermas estaba siempre acompañada de pájaros y los buscaba a diario para jugar. Su dominio del bosque la llevó hacia el río. Allí pudo vivir cinco horas más hasta que parió a Lirenis, su débil cría. Lirenis amaba el agua, se sumergía en la fría corriente y se alimentaba de pequeños peces que jugaban entre las algas. Lirenis, la niña de sus ojos, duerme ahora bajo el agua.



Inmovilidad de las plantas

 Al principio, Ralsaloider Julopebul, no entendía porqué los animales no se llenaban los brazos de frutos ni la cabeza de pájaros, si también eran seres vivos. Hizo pruebas dando de beber savia a los jóvenes leones: sedándolos por largos periodos de tiempo, llegó incluso a enterrarles los pies y regarlos copiosamente sin obtener resultados. Esta locura terminó una semana de diciembre de 1324, fecha en que el anciano Julopebul sembró pájaros carpinteros vivos alrededor de un árbol. La savia fue migrando de las raíces hacia las patas de los pájaros, que a su vez se alimentaban del árbol. Dos años tardaron los pájaros en reemplazar la sangre por la savia y la piel por el grueso tallo.



Lo que se busca

 Kipasloher Biplismur, criador de cerdos en el extinto Torolisme, vio a su hijo de 14 años sumergirse en la playa al mismo tiempo que el disco crepuscular se metía en el mar. Trece años pasaron desde aquel día sin que viera a su hijo, pero decidió no ir a buscarlo. Pensó que como el sol, a la mañana siguiente, por el Este también saldría para volver a casa. El tiempo no le dio la razón, y, sin embargo, lo imaginaba a diario, emergiendo con el mojado sol a cuestas o escalando, presuroso, el firmamento enrojecido, para volver a lanzarse a lo profundo del mar. 



Ejércitos

 El contacto con la naturaleza había sido despreciado en la segunda generación del tiempo, sin embargo, en la tercera generación, poblaciones enteras se lanzaron a buscar las respuestas fuera de los humanos, investigando desde biología de los vientos y dinámica de las montañas hasta profundísimos estudios del hombre alado de Laimentis. Ralasino Erlazera, el octavo hijo de 5 generaciones de escultores de montaña del Himalaya, dedicó su vida a esculpir montañas en forma de árboles, práctica que todas las generaciones creían que ese era el primer paso para la vida eterna. Bosques enteros de árboles de piedra ocultos entre las heladas montañas ofrecían el más bello espectáculo. Hojas verdes y secas, suspendidas en el aire, fueron esculpidas por el gran Ralasino. 500 años más tarde, sus descendientes empezaron la segunda etapa esculpiendo animales en los gigantescos árboles de las llanuras, por las que legiones interminables de animales se abrían paso entre los densos matorrales. Las hijas pequeñas, plantaban el oído en tierra mientras los varones montaban en milenarios ejércitos sus bestias de madera, tratando de hacerlas avanzar hacia los bosques de piedra. Alguien, desde arriba, abre los fríos pechos y siembra el tembloroso corazón del alba. 



Peinando canciones

 El alto volumen de la canción en el restaurante apenas dejaba comer a los turistas. Aun así, Jusaman Verazli, profesor del doctorado de filosofía de Buldibuyo, puso su radio a bajo volumen sobre la mesa y se dedicó a escuchar antiquísimas canciones mientras comía. Todos pensaban que aquella era una locura más, hasta que, cinco años más tarde, Loelas Plires, el DJ del restaurante, realizó el proceso inverso a la mezcla de sonido en su estudio. Para esto, logró ubicar el viaje de cada sonido en el aire y, al igual que las máquinas tejedoras, destejió hilo a hilo las hebras anudadas de ambas canciones. La utilidad llegó recién diez años después, cuando pudo incorporar a las canciones cierto desenredante que evitaba que estas se mezclen en un radio de 2 metros desde la fuente del sonido. Fin de los audífonos.



El canal de los sueños

 Se sentaba como un espectador a ver el cine continuado de sus sueños pasados y recorría, infinitamente agradecido, uno a uno, lugares y vivencias como en un gran largometraje. Kaloimanhu Ghylan, bombero mexicano, había perdido un brazo al rescatar a un pequeño demonio de las garras del cielo, pero le encantaba comentar que, luego de sus más terribles pesadillas, le sobrevenía una apertura reposada de la gran avenida de sus sueños, y que se regocijaba recorriendo sus extremas vivencias una a una. Invitaba a sus amigos a realizar este bello ejercicio hasta que, en 1159, una mañana del 15 de abril, quedó perdido en una ciudad del tamaño de un planeta. Tras recorrer larguísimas avenidas no pudo encontrar el camino de retorno. La oscura ciudad de sus sueños completó la última pieza de su laberinto.



La última guerra

 La tarde del 12 de julio de 1631, Hurbagt Juicendu, descendiente de los Noguilensis, sobre la sangre derramada de millones de muertos, tuvo el triunfo para sí solo, las armas para sí solo, las flores para sí solo, la muerte para sí solo, la cena para sí solo, el aire para sí solo, el agua para sí solo, el fuego para sí solo, la tierra para sí solo, el tiempo para sí solo. La vida creció de nuevo, esplendorosa, sobre un sombrío campo de dioses muertos.



La inercia

 A sus 30 años, Glofarsi Halberasu, joven apache inglés, no podía soñar. Desde pequeño su cerebro había retardado el proceso de la imaginación hasta que, en una tarde fría de febrero de 1352, 30 años de sueños se agolparon, como cuando a lo largo de los siglos se endurece el viento confinado y produce las más suaves alas. Glofarsi abrió los ojos y ya era pájaro surcando el infinito abismo.



Reconstruir los sueños

 Maslimiades Lopetosa, apasionado hipnotista del gran circo de los sueños del Vaticano, tenía en su función a 20 personas durmiendo, cuando notó que, a pesar de haberse levantado para irse, uno de ellos seguía soñando. El hecho no pasaba de ser un tema de sonambulismo, hasta que Maslimiades abandonó el circo y siguió al muchacho, que se dirigió a las afueras de la ciudad y hurgó en una callecita sombría, cavó en el suelo y descubrió canicas enterradas. Un bocinazo despertó al muchacho, que empezó a llorar del asombro. Le contó que cuando, se quedó dormido, encontró dos caminos: uno brillante y otro oscuro. Decidió tomar el oscuro y viajó hacia atrás en sus sueños: lejos de seguir soñando cosas nuevas, reconoció el camino que lo llevó hasta dar con las canicas que enterró en sus sueños de niño. Trecientos experimentos siguieron a ese para que Maslimiades en 1518 pudiera reunir nuevamente a los mismos hipnotizados y recrear la apertura de la calle de los sueños. Tres de los soñadores habían soñado el mismo lugar. Primer trazado de los mapas de los sueños. Fundación de la Nueva Geografía.



Bajando estrellas

Este problema clásico fue resuelto en 1324 por Mhiliphe Atersquiano. El gran equilibrista inglés probó que los cuerpos celestes resplandecientes debían su estado de reposo a la gran resequedad de su sombra proximal. Atersquiano disparó una lluvia de gas aceitoso bajo las patas de cada una de las osas, mayores y menores. Al cabo de 2 días, estas habían descendido 2 km. La primera estrella de 1.5 toneladas bajada por el hombre, cuyo descenso duró 6 años, se encuentra en el museo Tran Belineto de Escocia. Inicio de la minería celeste.



Constelación artificial


En 1154, el metalurgista francés Sir Conec fabricó el primer espejo de agujeros incoloros, llamado el imán lumínico, capaz de atraer la luz, almacenarla, solidificarla y moldearla. Tan hermoso invento permitió recoger por la noche, durante los vuelos en avión, una inmensa cantidad de luces de faroles de las ciudades. Sir Conec quiso aprovechar la luz retenida tras los párpados y se concentró en recuperarla antes que se desvanezca, abriendo los ojos en el luminostar, una esfera cristalina y porosa que atrapa la luz en su temprana oscuridad. En el famoso Taller de Locuras de Perusalén, decantó la luz capturada en los altos hornos de su siderurgia familiar y moldeó candentes figuras que luego solidificaba al someterlas al frío nocturnal. Sumelania, su menor hija, fue quien, 18 años más tarde, instaló en el espacio sideral sus más bellas creaciones. Nueva concepción de la noche.






02 mayo 2023

Lot heart (último poema de abril)

 

Picotea sus ojos de sal,

el ave de piedra,

entierra el pico y desprende, 

la flor-prestada de mi felicidad.

Oh, Señor,

mi corazón se ha detenido,

humilde y rencoroso,

en el umbral de mi destino.

He dudado en seguirte,

lo confieso.

Tú lo sabías,

ella incendiaba, cantando,

muralla por muralla,

los fortines invencibles

de mi torre Soledad.

Ella detenía, con la carne

humedecida de sus labios

blasfemias, imprecaciones

que anhelaba pronunciar.

Señor,

que horrible quemazón 

de la sal en las pupilas,

cómo un castigo eterno,

me acorrala su recuerdo.

Huíamos del fuego,

detrás del destello,

y de pronto,

ardiste el paraíso

con un golpe de puño.

Cuánto la extraño,

cuánto.

Sus ojos serenos,

la miel derramada

en sus muslos de arena.

Oh, Señor!

Te ofrezco, cansado,

mi corazón de cordero,

mi tierra prometida, 

la nube que anhelo.

¡Vuelve a mi, tus ojos! 

tu alud de silencio 

tu furia del templo.

¡conviérteme en sal!



 
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