la solitaria isla que es tu mano
los ríos secos que habitan
su terca suavidad
el calor que incendia pieles
y emplumados arcángeles
tu débil raíz
huelo a plumas chamuscadas
maloliente eternidad
el carbón parduzco de tus ojos
disecados
oh señor
viajar de mis manos a las tuyas
suspirando vacíos interminables
la muerte no termina
cuando te busco