De todas las veces que te he negado,
esta será, quizás,
la más hermosa:
esta será, quizás,
la más hermosa:
I De los clavos de olor a sal
Maresia trajo los hierros oxidados,
y los maderos cubiertos,
de traslúcidos, turquesas y rojos corales.
y los maderos cubiertos,
de traslúcidos, turquesas y rojos corales.
La mesa mojada y la arena derramada,
el olor de Maresia a la sal olvidada,
a qué ola dormida le arrancaste el corazón!
II De la cruz que no ardió en Roma
La madera silvestre nunca ardió en Roma,
navegó, días y noches, diluvios enteros,
se abrazó al frío y jugó con algas frescas.
navegó, días y noches, diluvios enteros,
se abrazó al frío y jugó con algas frescas.
Nunca supo del crepitar de la sal en el agua,
ni del cálido vestido de una lengua de fuego,
ha de servir, Maestro, para llevarte al cielo!
III De aquél que te volverá a negar
No te conozco, jamás te vi, no sé tu nombre.
Nunca te busqué en el fondo de una iglesia.
Nunca me acerqué, cuando anciano, a tu regazo.
Nunca te busqué en el fondo de una iglesia.
Nunca me acerqué, cuando anciano, a tu regazo.
Pero sé que mañana cuando cante el gallo,
la madera no arderá, ni los clavos caerán,
y un arca zarpará entre aves blancas y rojas,
arrancándote de la carne de mi alma.
Hijo mío, que tengas buen viaje.