Viejo,
Solías escribirme los discursos escolares, y te encantaba escribir
discursos para los sepelios de tus amigos y ahora la vida o la muerte, no lo
sé, me empuja a escribir estas líneas.
Viejo conejo, tío Rino, marinero, Increible Hulk, te rasgabas la ropa
delante de los niños para asustarlos, gracioso, tomabas el pelo a todo el mundo,
mírate hoy: no puedes arrancarme una sonrisa y yo que te lo pido.
Sencilla fue tu vida, devoto del Jilguero, del cebiche, de las largas caminatas
que hacíamos camino del cerro, camino de la playa, al borde de las
carreteras, amabas caminar, y correr.
Desde pequeño recorriste costa, sierra, selva y parte de la montaña, aventurero, dormiste en
tribus amazónicas, y te extasiabas en la sierra mirando verdes paisanajes. Se
iluminaba tu rostro cuando contabas lo celestial que era atravesar los campos
de café y escuchar el canto de pájaros raros. Viejo: eras poesía. Eras mi
héroe.
Mamá te extrañará mucho. Viejo lo sabes, cuidala desde arriba. Avísame
cualquier cosa.
Sonia, y yo te extrañaremos una vida.
Haz sitio, viejo, escoge un lugar
bonito.
Viejo, tengo que confesarte, he repetido varias veces frente a tu ataúd,
viejo levántate, viejo levántate! pero no me has hecho caso, y debes saber que
rodeamos muchas personas tu cadáver y te pedimos “no mueras, te amo tanto” pero
el cadáver ay siguió muriendo.
Viejo, te pido, no vayas a dormir tanto, pon el despertador, que mañana,
otros campos, otros mundos, y otros seres tendrás que conocer, viejo aventurero.
Encargo saludos. Ya tú sabes.
Cúidate mucho.